La figura del CEE surge en 2006 junto al CTE, pero es en 2013 cuando comienza a ser obligatorio para cualquier operación de compraventa y/o alquiler.
—–
El CEE es una manera de catalogar el parque inmobiliario mediante un informe técnico redactado por un profesional habilitado. Dicho informe se elabora tras la toma física de datos y la consulta de la documentación necesaria, sin perjuicio de cualquier tipo de ensayo.
¿Pero a quién beneficia?
- Al inquilino o al futuro comprador, ya que le proporciona información objetiva de las características menos tangibles del inmueble como son las energéticas, garantizando una serie de prestaciones. Sin embargo no se puede esperar que destape vicios ocultos o deficiencias de otra índole.
- Al propietario; pese a su obligatoriedad, le proporciona una herramienta para promocionar el inmueble que desee alquilar o vender, de algún modo, con el certificado se ofrece transparencia y confianza.
¿Es fiable, que factores influyen?
Tras el acopio de documentación y mediciones, los cálculos son realizados mediante alguno de los programas autorizados por el Ministerio de Industria, dichos programas generan el archivo que quedará registrado y revisado por cada comunidad autónoma.
Es importante que el CEE quede debidamente registrado para que tenga validez, de éste trámite puede hacerse cargo el propietario o el propio técnico.
En cuanto al resultado influirán dos factores, el consumo energético y las emisiones de CO2, teniendo más peso estas últimas en el resultado del certificado.
¿Qué quiere decir esto?
- La demanda dependerá de la construcción en sí, de hecho en España se distinguen cuatro periodos correspondientes a la norma vigente en ese momento:
- Hasta 1981 (sin norma)
- Entre 1981 y 2007 (NBE-CT 79)
- Entre 2007-2014 (CTE 2006)
- De 2014 en adelante (CTE 2013)
Cada norma es más restrictiva que su predecesora, lo que se traduce en edificaciones de mayor calidad, con un mejor aislamiento y estanqueidad, esto conlleva una menor demanda energética.
- Las emisiones dependerán de la fuente de energía y la huella de carbono que emiten. Por tano para que suponga una mejora significativa en el CEE no bastaría con que sea eficiente sino también limpia y de origen renovable. Es decir no solo se tiene en cuenta las emisiones de la instalación en estudio, si no las generadas por el combustible, ya sea durante su extracción, trasformación y/o fabricación.
¿Qué calificación esperar?
La inmensa mayoría de los inmuebles tienen una calificación “E”, suelen ser viviendas previas a la implantación del Código Técnico de la Edificación (CTE) y que no han sufrido reformas significativas, si acaso cambio de carpinterías exteriores. En viviendas de reciente construcción, con ventanas dobles y estancas, o fachada rehabilitada puede alcanzarse entre una “D” y una “C” siendo un buen resultado pese a lo que pueda parecer. Para alcanzar una “B” o incluso una “A” sería imprescindible aporte de alguna renovable, ya sea geotermia, solar, fotovoltaica o biomasa etc…
Por supuesto hay muchos factores que influyen en el cálculo, y cada inmueble tiene sus peculiaridades.
¿Ventajas o sanciones?
Sí existen sanciones para aquellos propietarios (en vías de alquilar o vender) que no dispongan del correspondiente CEE, y para la mala praxis del técnico encargado del mismo. Las comunidades autónomas realizan inspecciones para detectar irregularidades en este ámbito.
Sin embargo no hay penalizaciones ni obligación de subsanar para los inmuebles con mala calificación, de igual modo, tampoco hay bonificaciones para aquellos con óptima calificación.
A través de la figura del certificado se conciencia al ciudadano de la conveniencia de la eficiencia energética, se populariza los términos “eficiencia” y “emisión”, asociándolos a “ahorro” y “medioambiente”, (si no se hace por el planeta, al menos por el bolsillo). A priori puede parecer una medida recaudatoria ya que los certificados no tienen ninguna consecuencia directa como ya hemos comentado, pese a ello se pretende reducir el consumo energético, y en consecuencia fomentar la rehabilitación, y no solo para reactivar el sector, una vez paliado el exceso de consumo el siguiente paso será la autonomía energética.
Hablamos de una estrategia en tres fases: certificación (concienciación), rehabilitación (adaptación) y autosuficiencia.
VALCÓN “VENTALQUILER DE CONFIANZA”